Es fácil emitir juicios irresponsables sobre la calidad de enseñanza de los profesores de inglés cuando no sabe lo que significa estar frente a 40 alumnos en colegios con un alto grado de vulnerabilidad. Jóvenes, quienes en muchos casos, no poseen condiciones de salud mental ni físicas para un aprendizaje óptimo, debido a que provienen de hogares donde la calidad de vida no es la mejor para desarrollar una valorización de la educación, de su alcance y trascendencia en sus futuros.
El hecho que los profesores de inglés sean cuestionados en su calidad de enseñanza va en directa relación con la formación inicial que recibieron en las universidades, ya que al otorgar el título universitario, éstas avalan que aquel profesional cumple con los estándares de calidad -en materias educativas- para desarrollar un trabajo efectivo y de alcances ilimitados. La lógica es simple: Si extrapolamos esta situación al mundo de la computación, veremos que cuando Windows o Linux-Mandriva lanzan al mercado una nueva versión de sus programas, al detectar un error, estas empresas hacen llegar a sus usuarios de forma gratuita, el parche correspondiente para corregir los errores. Las universidades, entonces, y en relación a materias de calidad y satisfacción usuaria, deberían hacer un mea culpa. Si sus alumnos egresados y titulados están siendo cuestionados por la calidad de un proceso en el cual están directamente involucradas, lo más lógico es que de forma gratuita deberían corregir el error, ya que el usuario paga por un producto, que se supone cumple con las demandas del mercado. Cualquier punto que presente una no conformidad debe ser corregido por la institución sin costo alguno para el usuario.
El éxito de una enseñanza de calidad del idioma inglés, pasa por el compromiso de los directivos docentes (alta gerencia), especialmente de los directores de los colegios, aun cuando no resta responsabilidad ni a los subdirectores, inspectores, jefes de UTP u orientadores, quienes con un trabajo dedicado y comprometido deberían velar por una gestión eficiente. Ellos pueden ser causa directa del fracaso de la educación, y no necesariamente tienen que ser los profesores. La mejor opción sería una evaluación de la gestión de calidad educativa y no una docente. De esa forma se podría evaluar cómo funciona un colegio como un todo en pro de una educación de calidad.
Publicado el día sábado 16 de septiembre de 2006 en el diario La Estrella de Arica.
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