Se ha tornado en algo muy común el escuchar durante las campañas presidenciales el concepto de “humanismo cristiano”. Y aun cuando el humanismo y el cristianismo no se correlacionen en un cien por ciento, en este caso “cristianismo” sería el adjetivo que redefiniría a un sustantivo más amplio como lo es el “humanismo”, ya que por ejemplo, los ateos también somos humanistas, pero, no somos cristianos.
Burckhardt definió al humanismo como: “el descubrimiento del hombre como hombre y su individualidad a través del estudio de si mismo y de su entorno”.
El humanista es el producto de una mente ilustrada e iluminada a través de las artes liberadoras como lo son: la historia, la poesía, la retórica, la gramática y la filosofía moral.
El concepto de humanismo se utiliza en el presente para destacar ciertas tendencias filosóficas, incluso algunas completamente opuestas, pero que no obstante tiene en común algún “ideal humano”. Como tal, podemos nombrar a modo de ejemplo: “el humanismo cristiano” y “el humanismo secular”.
William James dice que “el humanismo no renuncia a la verdad, ni por supuesto a la realidad; solo pretende enriquecerlas -o que se reconozca su inagotable riqueza. Por esta razón, el humanismo niega que los conceptos o leyes sean meras duplicaciones de la realidad.
En la concepción humanística se tolera “el símbolo en vez de la reproducción, la aproximación en vez de la exactitud, la plasticidad en vez del rigor”. Así, el humanismo renuncia a “los antiguos ideales de rigor, pesimismo y certeza”. Todo es relativo menos la búsqueda de la felicidad.
El humanismo plantea que una realidad conceptual o mental debe correlacionase con la realidad externa para ser verdadera. Que por “realidad” no se entiende dentro del humanismo sino el consenso entre las experiencias demostrables de los otros seres humanos y, esta corriente busca resultados empíricos e intelectualmente satisfactorios.
La filosofía humanista afirma que existe una cierta plasticidad de lo real, por lo cual podemos adaptarnos según los requerimientos de nuestros objetivos. Se basa en la diversidad y en el pluralismo (y desde luego, en un complemento anti-absolutismo). Finalmente, el valor de un individuo libre de patrones culturales es la base del logro de la felicidad.
De esta forma, el humanismo es por esencia antropocéntrico, ya que el ser humano es el centro del todo -incluso de sus concepciones metafísicas- siendo la razón humana el eje central del progreso y de la dirección de los diversos procesos donde hombres y mujeres son sus actores principales.
Artículo publicado en el diario La Estrella de Arica el día Sábado 24 de Diciembre de 2005.
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